viernes, 5 de octubre de 2012

{notengoIPhone} cielo abierto

Nunca un viernes noche supo tanto a gloria. Normal después de esta semana, que juraría que ha durado mes y medio...

Madrugones inhumanos, especialmente para niños tan pequeños. 
Programa de madrugadores del cole.
Libros, papeles, tuppers, mochila y bolsas más grandes que la que las lleva.
Carreras al autobús viendo amanecer.
Autobuses atestados de gente.
Clases atestadas de gente.
Pausas para el café que nunca llegas a tener.
Corrección de exámenes interminables (tres de los cinco días)
Novatas que te quieren enseñar a hacer el trabajo que llevas haciendo diez años.
Gente que se escaquea y te quiere cargar a ti su tarea.
Tuppers para comer en el trabajo.
Autobuses atestados de gente que huele peor que por la mañana. Justo después de comer. 
Recoger niños.
Caminata a casa (media hora a paso de niño, con un sol y un calor difíciles de creer en pleno octubre).
Supervisión de lavavajillas, lavadoras y deberes de Mateo al mismo tiempo.
Autobús con menos gente pero aún con el olor del mediodía... y recalentado.
Más clases.
Letrero de "Salamanca" que te recuerda donde estás (en tu estado de catatonismo a veces se te olvida).
Arrastrar cuerpo inerte a la parada del bus viendo atardecer.
Tiempo justo para dar beso de buenas noches a los niños.
Corrección de pila de redacciones que te has traído a casa.
Horas indecentes de acostarse.

Reiniciar. Y en ocasiones, aderezar con reuniones urgentes del padre de las criaturas, y malabarismos para dejar a los peque con los abuelos mientras tanto.



Las palabras "La semana que viene solo tienes cuatro horas por la mañana" fueron música celestial para mis agotados oídos. Ví el cielo abierto otra vez. Los pajaritos han vuelto a cantar, aunque sean las diez de la noche, y aunque hoy mi dedo friki vuelva a hacer de las suyas, mañana al despertarme cambiaré el grito de dolor por un "yupiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!". 

Si tengo fuerzas.


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