Lo confieso. Lo echo de menos. No el móvil en sí ni sus muchas aplicaciones. Pero sí la comodidad de llevar encima la cámara a todas partes y poder en cualquier momento sacarlo del bolsillo y cazar al vuelo lo que sea que esté ocurriendo. Solo click. Nada de ajustar ISO ni velocidad ni apertura ni nada. Click. Guardar. Compartir.
A eso me he dedicado en los últimos meses, a
Instagramizar mi vida, a guardarlo todo en el móvil, y con todo me refiero a TODO! Pasé de ser una mamá detrás de una réflex a una mamá detrás de un móvil. Y la réflex seguía acumulando polvo y telarañas olvidada en un rincón. Hasta hace dos semanas.
Un inesperado accidente me dejó sin móvil, y me encontré de vacaciones sin cámara y viendo posibles fotos por todas partes sin poder capturarlas. Desesperación absoluta. Así que lo primero que hice al volver a casa fue coger la réflex y desquitarme. Y redescubrí cuanto me gustaba hacer fotos. A todo. En todo momento. Aunque esta cámara fuera más pesada, menos transportable y requiriera hacer ajustes en mil botones.
Ayer dejamos a este chicazo en su campamento (no sé en qué momento se me ha hecho tan mayor!)...
... y nos dedicamos en exclusiva a los otros dos. Fue una tarde genial.
También echo de menos este blog... que medio abandoné en mitad de un lavado de cara que intentaba hacer. Gracias a Dios ha sido un año de mucho trabajo y mucha vida (de la real), así que la virtual ha salido perdiendo. Pero retomaré. #soon. Aún me queda mucho verano que disfrutar. Aunque ya no lo pueda Instagramizar!